Cuando ayer por la mañana vi por primera vez el folleto a la izquierda en mis redes sociales, pensé que se trataba de una broma.
Promocionaba a Boyle Heights como un “vecindario encantador, histórico, accesible para peatones y ciclistas” donde uno puede hacer una entrega inicial “tan baja como de 40 mil dólares y tener acceso a una línea de crédito decente” e invitaba a los vecinos del Distrito de las Artes a participar de un recorrido (gratuito) en bicicleta seguido de una conversación con refrigerios artesanales.
Nadie que conozca un poco sobre Boyle Heights —una comunidad obrera predominantemente mexicana-estadounidense con una larga historia de activismo político y social— puede pensar que esto es una buena idea, ¿no?
De un solo plumazo, este folleto representa el temor de todos los residentes: una horda de extraños de onda que buscan casas para reclamar mientras disfrutan de refrigerios artesanales ya que las especialidades que se ofrecen en Boyle Heights no les resultan compatibles con sus sensibilidades más refinadas.
Pocas cosas han logrado gritar a los cuatro vientos: “¡No me interesa conocer esta comunidad!” con tanta eficacia.
Y no ayudó que los folletos fueran distribuidos solamente en el Distrito de las Artes (al otro lado del río de Boyle Heights), lo que significa que los residentes se enteraban de segunda mano y por lo tanto, fueron libres de construir sus propios relatos sobre las motivos detrás del folleto.
Esperando entender de qué se trataba realmente esta historia, me comuniqué de inmediato con Adaptive Realty y hablé con Bana Haffar, agente inmobiliaria y organizadora del evento.
Si bien hablamos antes del mediodía, ya entonces había recibido oposición y comentarios negativos sobre el evento.
Al parecer, esta negatividad la tomó por sorpresa. Pensó que realizar un recorrido por una comunidad que apreciaba era algo positivo. Y, como inmigrante de una comunidad también asediada, consideró que entendía el valor de la comunidad, de ser un buen vecino y de no desplazar a los demás.
Además, señaló que solo estaba aludiendo a una situación que ya era una realidad: el valor de las propiedades está en alza y desde hace un tiempo hay cambios en los residentes de la zona. Boyle Heights ya no es solamente un tipo de Ellis Island para los nuevos inmigrantes. Además de funcionar como refugio para aquellos que buscan escapar de los alquileres altos en otros sitios de la ciudad, también funciona como el primer lugar de llegada para las personas que se mudan a Los Ángeles. Casualmente, justo conocí a cuatro de estas personas en el tren durante el fin de semana. Conocían tan poco de la comunidad que se habían convencido que el lugar que tenían cerca de la Plaza Mariachi estaba ubicado en el corazón del Este de Los Ángeles.
Como parte de un pequeño grupo de negocios inmobiliarios que maneja un bajo volumen de actividad, Haffar creyó que podía generar contribuciones positivas a la zona (como ser, mejores arrendadores para los inquilinos locales) y atraer personas interesadas en crear un sentido de comunidad.
Hablé con ella acerca de algunos de los cambios que se han observado en esta zona en los últimos años y sobre el tipo de inquietudes de la gente, según mi entender. Hablamos sobre la dificultad de asegurarnos de que la comunidad se beneficie con los cambios que están ocurriendo. Luego la puse en contacto con algunas personas de la comunidad, ya que pensé que le resultaría provechoso escuchar sus opiniones sobre esos temas, si realmente deseaba ser una vecina con mayor conciencia y sensibilidad.
Mientras observaba cómo se desarrollaba esta polémica en las redes sociales, me di cuenta de que muchos residentes de Boyle Heights tenían dificultades con algunas de las mismas preguntas que habíamos estado comentando. ¿Quién es el responsable de la gentrificación? ¿Las personas de afuera pueden a veces traer cambios positivos? ¿Cuál es el costo de permitir estos cambios? ¿Siempre debe haber implícita una pérdida para la comunidad? ¿Cómo podemos convertirlo en algo positivo? ¿Cómo podemos hacerlo mejor que las personas de afuera? ¿Estamos haciendo lo suficiente? ¿Cómo podemos hacer más?
Y, dado que el propio concepto de la gentrificación siempre genera intensas emociones, también observé con cierta animación cómo se iba alineando la gente y hablaba sobre planes de combatir el paseo o de llamar a sus pandilleros para que aportaran una presencia amenazadora.
Sin embargo, en algún momento de la tarde (no lo vi hasta tiempo después), las cosas dieron un giro.
Aparecieron memes de Moses Kagan, uno de los directivos de Adaptive Realty, haciendo una cita totalmente fuera de contexto (aunque condenatoria de todas maneras) sobre lo "terriblemente horribles" que eran las calles más pobres de Los Ángeles y con eso se desencadenó la batalla. Toda su información de contacto estaba publicada y las personas recomendaban difundirla con el objetivo de hacerle saber sus sentimientos sobre esta invasión inminente o crear sus propios memes. Algunos pocos se ofrecieron a darle unas cuantas patadas en el trasero.
Mientras tanto, Haffar recibía llamadas y mensajes de correo electrónico de carácter perturbador. Algunos de estos mensajes era amenazadores, como el de una mujer que afirmó que "vamos a quemar toda su mierda como en los Disturbios de Watts de 1992" mientras otros le dijeron, si bien Haffar no es una persona de raza blanca, que los blancos debían "mantener su mierda fuera de nuestro vecindario." Hasta comenzaron a aparecer armas en las nuevas publicaciones de Facebook, dice Haffar.
Las cosas perdieron totalmente el control.
Haffar canceló el evento.
Estas amenazas de violencia son reprobables y censurables, considerando particularmente los lamentables acontecimientos ocurridos recientemente en Isla Vista. Y, si bien no todos son representativos de las personas que conozco en Boyle Heights, para mejor o peor, son indicativos del grado de temor que los residentes sienten por la invasión gradual que están experimentando y la que perciben como una amenaza contra la supervivencia de su comunidad y su cultura.
Pero Haffar pareció impertérrita ante esta embestida, considerándola en vez como una oportunidad para aprender más sobre la comunidad y hacer que las personas hablen.
En el lugar donde encontró el folleto original publicado en Facebook, escribió sobre la necesidad de crear un “nuevo modelo de gentrificación” que tuviese “connotaciones positivas para el cambio” y beneficiara tanto a los residentes de toda la vida como a los recién llegados. Luego imploró a las personas a participar tanto en el consejo del vecindario como en las conversaciones sobre cómo convertir a Boyle Heights en un lugar mejor.
Este sentimiento fue compartido, hasta cierto grado, en la disculpa que realizó Kagan. En su mensaje, en el que hace una especie de mea culpa, Kagan admite el privilegio con el que habla en su blog y reconoce la falta de tacto en el lenguaje usado para describir a las comunidades de bajos ingresos en el blog y las limitaciones de su experiencia o comprensión sobre los posibles efectos negativos de la gentrificación.
Al final de su mensaje, Kagan invita a las personas a interactuar con él de manera civilizada para tratar temas relacionados con sus intenciones en la comunidad y anima a las personas a enviarle mensajes de correo electrónico describiendo los males de la gentrificación para poderlos publicar en su blog (puede tener acceso a ese mensaje aquí).
Ambos mensajes publicados me parecieron instructivos tanto en relación con su falta de conocimiento sobre la participación activa que la comunidad de Boyle Heights siempre ha demostrado. También ilustraron que los agentes inmobiliarios con frecuencia no toman en cuenta las consecuencias de los procesos que ponen en marcha al facilitar la gentrificación. Esto no se debe necesariamente a que se trate de malas personas que buscan cometer un genocidio cultural (como algunos alegaron ayer en Internet), sino que tienen injerencia en un proceso mucho más amplio que trasciende su propio papel. Además, tienen muy claro que si ellos no aprovechan la situación del mercado, seguramente haya otros que sí lo hagan.
Sin embargo, lo que puede considerarse un proceso inevitable para un conjunto de actores, puede ser visto como un asedio por otros.
Para muchas de las personas en la zona que experimentan dichos cambios de manera cotidiana, la gentrificación (e incluso la genteficación) y su impacto está implícitamente presente en este tema de discusión.
El entendimiento que implica en términos generales un proceso complejo y multifacético que tiende a causar la marginalización parcial de las propias personas que hicieron de la comunidad algo especial forma parte de las conversaciones entabladas hace varios años por los residentes, artistas y activistas de Boyle Heights. Dedicados a promover un cambio desde dentro, e interesados en evitar la posibilidad de excluir involuntariamente a su propia gente, muchos continúan dialogando entre ellos sobre cómo hacer que este proceso de cambio sea más inclusivo.
La totalidad de estas conversaciones que se están llevando a cabo no pueden reflejarse en un solo mensaje de correo electrónico enviado a un agente inmobiliario.
Ni deberían poder hacerlo.
Si bien anteriormente la comunidad puede haber mantenido en su conjunto una postura contra la gentrificación, la diversidad de sus habitantes, sus aspiraciones, sus vidas pasadas y actuales impide que haya una respuesta sencilla en este tema.
Y si bien ciertamente yo no puedo hablar por nadie, considero que muchos de esos mismos residentes, artistas y activistas pueden argüir que, de todas formas, no es su responsabilidad dirigir sus inquietudes a Adaptive Realty. Si los agentes inmobiliarios están realmente interesados en conocer mejor a la comunidad y ser buenos vecinos, deberían ser ellos los que hagan el esfuerzo de pasar tiempo en Boyle Heights, escuchar a las diversas partes interesadas y participar en un diálogo permanente y fluido.
Y sería buena idea que dejaran sus refrigerios artesanales en casa.
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La gentrificación es un tema complejo. El término se usa con frecuencia para referirse a cualquier cosa que tenga que ver con personas de afuera, y las emociones que genera pueden dificultar el diálogo. ¿Qué cambios observa usted en Boyle Heights? ¿Se deben a la gentrificación? ¿Qué tipo de diálogo, actividades, programas o demás soluciones está viendo ahora (o le gustaría ver) que puedan promover un cambio positivo en este vecindario? Comparta sus comentarios con nosotros.